martes, 23 de octubre de 2012
El DDT. Luces y sombras
El nacimiento y posterior desarrollo de la Química Orgánica, en la segunda mitad del siglo XIX, vería el nacimiento de una de las moléculas orgánicas más polémicas que han existido: el DDT.
El DDT es conocido como Dicloro–Difenil–Tricloroetano, sin embargo ese no es, químicamente hablando, su auténtico nombre, que es algo más complicado: 1,1,1–Tricloro–2,2–bis (p-clorofenil) etano.
Es una molécula muy lipófila y muy insoluble en agua, es decir, se disuelve bien en las sustancias grasas, pero no lo hace en las acuosas. Pertenece al grupo de los insecticidas denominados organoclorados, entre los que están el lindano, el aldrín, el heptacloro y el metoxicloro. También, entre las sustancias orgánicas cloradas se encuentran muchos gases utilizados en la guerra química, en especial en la Primera Guerra Mundial, tales como la iperita o gas mostaza.
Descubierto en 1874, al principio no parecía tener utilidad alguna. Sólo se había tratado de un ejercicio de síntesis orgánica. En la década de 1930 se empiezan a descubrir sus propiedades insecticidas y es patentado en 1937 por el químico suizo Dr. Paul Müller (Premio Nobel de Medicina en 1948). En 1942 se descubre que mata los piojos sin tener efectos adversos para los seres humanos.
Sus luces
Su utilidad radica en su poder para acabar con los insectos. Es un insecticida de enorme utilidad para los países tropicales, ya que al ser de carácter graso no se lava por las intensas lluvias. Una gran parte de las pérdidas en las cosechas mundiales se debe a la acción de los insectos. Dichas pérdidas se traducen, en los países desarrollados, en una disminución de los rendimientos por hectárea. Pero en los países del Tercer Mundo, el resultado es catastrófico. Una disminución de alimentos puede provocar hambrunas, un aumento de las enfermedades por una deficiente nutrición y un descontento social, que frecuentemente se traduce en violencia y guerra. Realmente es muy difícil cuantificar, cuantas vidas ha salvado el DDT, librándolas de las crueles garras del hambre y cuanta violencia ha evitado al disminuir los conflictos sociales por este motivo, pero sin duda, podemos concluir que una gran parte de la Humanidad se libró de la muerte a causa del DDT.
El DDT permitió, tal como afirmó en su biografía el premio Nobel de la Paz en 1952, el Dr. Albert Schweitzer, que la gente ocupara y cultivara grandes áreas de Africa, Asia y América del Sur, antes inhabitables por causa de las enfermedades producidas por insectos y artrópodos. El mismo Albert Schweitzer llegó a decir que el uso del DDT había abierto un rayo de esperanza, ya que en la lucha contra el hambre, según sus propias palabras: ¡cuánto trabajo y pérdida de tiempo nos causan estos malditos insectos...!
No obstante, su principal aplicación tuvo lugar contra la malaria o paludismo. Esta enfermedad, de carácter tropical, es transmitida por el mosquito Anofeles. Ha sido desde siempre un azote para la Humanidad, por el elevado número de sus víctimas. Hasta la llegada del DDT, unas 200 millones de personas eran atacadas anualmente por la malaria, y de ellas todos los años morían 2 millones. Dada la relación existente entre casos de malaria y el número de insectos transmisores, se empieza a estudiar la posibilidad de su aplicación a gran escala para eliminar al vector (insecto transmisor) que provoca la enfermedad. A principios de 1946, se decide iniciar un programa de aplicación del DDT a gran escala, dirigido a eliminar contra el mosquito portador de la malaria produjo una inmediata y dramática reducción de estas cifras. Estas fumigaciones no se realizaban al aire libre, sino en el interior de las casas y locales. El mosquito Anofeles se alimenta por las noches de las víctimas durmientes, y luego vuela hasta la estructura vertical más cercana para descansar y digerir su comida. Debido a este comportamiento, el DDT hacía estragos entre un gran número de insectos adultos.
El DDT actúa sobre los nervios motores y sensitivos de los invertebrados, alterando el transporte de iones sódicos y potásicos, y, por consiguiente, los potenciales de membrana. Se piensa que también bloquea la formación de ATP (Adenosín trifosfato).
La reducción de la malaria fue espectacular. En Sri Lanka (por entonces Ceylán, se pasó de 280.000 casos anuales a sólo 17. En la India, en 1952, había unos 75 millones de personas afectadas por año y en 1964, esta cifra disminuyó a cien mil. Por esta razón, en 1948, se concedió el Premio Nobel de Medicina al Dr. Müller debido a su reconocida importancia médica. El Dr. Samuel Simmons, jefe de la división tecnológica del Centro de Enfermedades Transmisibles, del Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos, afirmó en 1959 que su valor para la Humanidad era inestimable.
En vista de su éxito contra la malaria y con el fin de controlar a los insectos vectores de enfermedades, el DDT se usó también contra la fiebre amarilla, la enfermedad del sueño, la peste bubónica y la encefalitis. Esto fue particularmente importante, porque la desnutrición provoca en los niños un daño cerebral irreversible, condenando a las víctimas a una vida de mentalidad de logros por debajo de los normal.
La mayoría de los pueblos del mundo han recibido sus beneficios ya sea directamente por la protección contra las enfermedades infecciosas e insectos transmisores de enfermedades, o a través de mejor nutrición, más alimentos, alimentos más limpios e incrementada resistencia a las enfermedades. El descubrimiento del DDT permanecerá para siempre como un hecho histórico en el campo de la salud pública y la agricultura.
Sus sombras
A raíz de la publicación en 1962, del libro Primavera Silenciosa por la escritora Rachel Carson, se empiezan a oír voces en contra de la utilización del DDT. Entonces, en la opinión pública se abre un debate sobre la prohibición o no del DDT. Una de las más polémicas fue la del profesor de entomología de la San José University de California, el famoso ambientalista y entomólogo Dr. J. Gordon Edwards, profesor de Entomología de la San José University de California, socio del ecologista Sierra Club, de la Audubon Society, y miembro de la Academia de Ciencias de California. Expresó su disconformidad por el libro, en un artículo titulado Las mentiras de Rachel Carson publicado en la revista 21st Century, Science & Technology, afirmando que Rachel Carson realiza afirmaciones falsas y tergiversa la realidad.
Las investigaciones sobre el DDT empiezan a confirmar que este no se degrada y se acumula en los tejidos grasos con un efecto bioacumulativo. Aunque no causa daños por toxicidad, su persistencia es muy preocupante.
Durante la Conferencia Internacional de Estocolmo, en 1969, se recomienda la sustitución de los insecticidas organoclorados por sustancias menos persistentes en los organismos vivos y en el medio ambiente.
Pero el debate no sólo era en el ámbito científico. En el ámbito político se empezó a debatir la posibilidad de prohibir el DDT. La Organización Mundial de la Salud (OMS), el Servicio de Salud Pública de los EEUU, la Organización Panamericana de la Salud y muchas otras, se manifestaron en contra de su prohibición. El dictamen final del Tribunal Examinador de la Agencia de Medio Ambiente de EEUU concluía que el DDT no era cancerígeno, mutagénico o teratogénico para el ser humano, y que los usos del DDT no tenían efectos visibles sobre peces, pájaros, vida silvestre u organismos acuáticos. Sin embargo, en Junio de 1972, el jefe de este organismo, William Ruckelshaus, anunció públicamente la prohibición del DDT diciendo que la decisión tomada no tenía nada que ver con la ciencia y se trataba de una decisión política.
La persistencia media del DDT en un ecosistema son tres años. Al ser un insecticida liposoluble, que sólo se disuelve en sustancias grasas, no se elimina en la orina y se acumula en los tejidos grasos. De tal forma que en el medio ambiente, un organismo que lo ingiere o absorbe lo acumula en sus tejidos grasos. Si este organismo sirve de alimentación a otro, éste acumulará lo que ya tenía de DDT mas lo que ha ingerido de aquel. De esta manera, la concentración de DDT se va amplificando. El peligro medioambiental del DDT reside en su efecto biopersistente, ya que se acumula en la cadena trófica. Vamos a poner un ejemplo. Una ppm significa una parte por millón, es decir, una en un millón. en peso. De 0,0006 ppm de DDT en agua, las algas unicelulares y plantas acumulan 0,04 ppm; los peces herbívoros que se alimentan de ellas llegan a acumular 0,2-1,2 ppm; tras servir de alimento a los peces carnívoros estos acumulan 1-2 ppm, y la concentración en aves que se alimentan de peces llega a ser de 3-76 ppm. O sea se ha pasado de 0,0006 ppm en el agua hasta 3-76 ppm en aves, o sea la concentración de DDT ha aumentado hasta unas 5000 a 126.000 veces. El efecto bioacumulativo es el grave problema del DDT porque, en realidad, su toxicidad aguda es baja.
También se sospecha sobre su efecto en el metabolismo del calcio en las aves. Es un hecho comprobado que en los últimos tiempos las cáscaras de los huevos de las aves son más finas, hecho que ha provocado una menor tasa de reproducción, afectando, sobre todo, a las silvestres. Se ha relacionado este hecho con el DDT, implicando al metabolismo del calcio. Lo cierto es que no hay ningún estudio concluyente y sí muchos contradictorios. Algunos expertos sostienen que el adelgazamiento de las cáscaras de los huevos de las aves es debido a otras causas (estrés, dietas bajas en calcio o vitamina D, Mal de Newcastle o sustancias tóxicas).
Además existen otras razones en contra del uso del DDT. Varias investigaciones han relacionado los insecticidas organoclorados, entre los que se encuentra el DDT, con posibles efectos cancerígenos.
Por todas estas razones, la FAO (Organización Mundial para la Agricultura y Alimentación) hace tiempo que renunció a su uso. Sin embargo se han estado utilizando hasta hace poco por países en desarrollo. Pero no es este el problema más grave, sino que en estos países hay abandonadas enormes cantidades de plaguicidas tóxicos y obsoletos, que son un peligro mortal para la salud humana y el medio ambiente. La FAO ha pedido un cuantioso incremento de donaciones urgentes de los gobiernos y la industria para acelerar las actividades de saneamiento, comparando la situación con una bomba de relojería. Según el experto de esta organización, Alemayehu Wodageneh, se necesitarán más de 30 años para sanear África y el Oriente Medio. Se estima que en todo el mundo hay muchos cientos de miles de toneladas de pesticidas obsoletos, ya sea prohibidos, descompuestos o peligrosos, y más de 100.000 toneladas de ese volumen está en los países en desarrollo. De estos plaguicidas, muchos son mucho más tóxicos y peligrosos que el DDT, como la dieldrina. Frecuentemente, estos insecticidas terminan en manos de personas menos informadas y pobres y los bidones se guardan a la intemperie, cerca de alimentos y mercados, con fácil acceso para los niños. Muchas de estas sustancias están contaminando los suelos, las aguas subterráneas, las agua de riego y las potables.
Artículo publicado en Cienciateca.com:
http://www.espaciovirtual.net/Epistem/HistoriasAnecdotasCiencia/ArticulosDigulgacionCienctifica/www.cienciateca.com/ddt.html
Etiquetas:
agricultura y mundo rural,
medio ambiente,
química
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