martes, 23 de octubre de 2012

El efecto invernadero y el dióxido de carbono


El dióxido de carbono es uno de los gases con efecto invernadero. Otros gases con este efecto que las actividades humanas emiten a la atmósfera son el metano, el óxido nitroso y los hidrofluorocarbonos, aunque es el dióxido de carbono el que contribuye en mayor medida que los demás.

El dióxido de carbono es una gas incoloro e inodoro, que se encuentran en la atmósfera en un 0,033 %. Es un gas muy común. Los animales y las plantas lo producimos en la respiración y también se produce en la combustión. No es un gas venenoso y sus efectos son nocivos cuando está concentrado debido a la falta de oxígeno, produciendo asfixia.

El dióxido de carbono, al ser producido por los animales y las plantas, se mantiene un nivel atmosférico constante del mismo. Pero también se produce en la combustión, cuando una sustancia con carbono se combina con el oxígeno en la combustión se produce dióxido de carbono. El hombre ha modificado el ciclo del carbono al talar los árboles, lo que disminuye las plantas disponibles al quemar carburantes fósiles. Además el problema se agrava porque al disminuir la superficie arbolada, se disminuye la capacidad de la atmósfera para eliminar el exceso de dióxido de carbono atmosférico. El efecto neto del aumento de la combustión y la deforestación es un incremento del nivel atmosférico de dióxido de carbono.

El efecto invernadero se basa en el hecho de que concentraciones crecientes de dióxido de carbono, principalmente y junto con otros gases de efecto invernadero, resultantes de las actividades humanas, pueden causar cambios climáticos al verse afectada la temperatura superficial de la Tierra. Este efecto se produce por la interacción entre la cantidad creciente de dióxido de carbono y la radiación que escapa de la Tierra. La mayor parte de la radiación solar incidente, compuesta por muchas longitudes de onda, no llega a la superficie de la Tierra. El ozono atmosférico filtra la mayor parte de la radiación ultravioleta, mientras que el vapor de agua y el dióxido de carbono atmosférico absorben buena parte de la radiación infrarroja, que se puede detectar en la piel en forma de calor. Como resultado, casi toda la luz que llega a la superficie se halla en la gama del visible.

Aproximadamente la tercera parte de la luz que llega a la superficie terrestre, vuelve a reflejarse hacia el espacio. La mayor parte de los dos tercios restantes es absorbido por materias inanimadas, tales como rocas, cemento, etc. Esta luz absorbida vuelve a emitirse en forma de radiación infrarroja, cuando la tierra se enfría. La luz de estas longitudes de onda más largas es absorbida por el dióxido de carbono atmosférico, liberándose calor, que hace subir la temperatura de la atmósfera. El dióxido de carbono se comporta, en realidad, como un filtro de un solo sentido, permitiendo que pase la luz visible en una dirección, pero impidiendo que la luz de una longitud de onda mayor se desplace en sentido opuesto.

El hecho que se produce es claro: las temperaturas medias de la Tierra aumentan, produciéndose un calentamiento a nivel global.

Hay un hecho innegable, en los últimos 130 años la temperatura del planeta ha crecido un 0,6 ºC. El planeta se está calentando, pero también lo ha hecho de forma natural varias veces a lo largo de su historia. En efecto, durante un cierto período en la Edad Media, las temperaturas fueron tan calurosas que se llegaron a cultivar viñas en el norte de Europa. Incluso hay especialistas que opinan que pudiera ser, que en un tiempo no muy lejano entrásemos en una nueva era glaciar, ya que según ellos nos encontramos en un período interglaciar.

El clima está sujeto a una enorme cantidad de factores. Por estar razón no es sencillo determinar si el calentamiento del planeta se está debiendo a factores naturales o bien se está produciendo por la actividad humana. Las mediciones que se están efectuando en los glaciares no parecen dejar lugar a dudas: la Tierra se está calentando a marchas forzadas.

Se debe actuar con prudencia, independientemente de si este calentamiento es natural o se debe a la emisión de gases invernadero. ¿Qué se debe hacer? La solución es sencilla, pero difícil de llevar a cabo: reducir las emisiones de gases invernaderos y aumentar las superficies vegetales que actúan como sumideros de dióxido de carbono.

En 1997 se llegó a un acuerdo internacional para reducir las emisiones a la atmósfera de gases de efecto invernadero en el llamado protocolo de Kioto. Éste estipula que los 39 países desarrollados se comprometen a reducir sus emisiones en un 5,2% de media respecto a los niveles de 1990 y 1995, entre el 2008 y el 2010. El acuerdo afecta a seis gases, dióxido de carbono, metano, óxido nitroso, hidrofluorocarbono, perfluorocarbonos y hexafluoruro de carbono. Las cuotas fijadas para cada país contemplan una reducción del 8% para los 15 miembros de la Unión Europea, Suiza y varios países europeos; del 7% para EE UU y Canadá, y del 6 % para Japón. Rusia, Nueva Zelanda y Ucrania, estando además obligados a estabilizar sus emisiones en el mismo tiempo.

Artículo publicado en todo-ciencia.com:

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